Dirty Heaven es un contraste entre pureza celestial y deseo terrenal. Su salida es luminosa, con acordes de jazmín, neroli y flores blancas que evocan el resplandor de una piel recién bañada por la luz. A medida que evoluciona, el perfume revela un corazón de haba tonka y azafrán, donde lo dulce y lo especiado se entrelazan en una danza cálida y envolvente. El fondo, dominado por almizcles blancos, ambroxán, vainilla y maderas modernas, transforma esa inocencia inicial en un susurro sensual, casi pecaminoso. Es una fragancia que vibra en contraste: ligera pero profunda, limpia pero tentadora, con una elegancia contemporánea que deja huella. Perfecta para quienes buscan un perfume que combine el encanto etéreo con una presencia irresistible.