Una noche, en su piso, Lauren encuentra a un desconocido que dice ser su marido. Todas las pruebas que aporta apuntan a que es cierto. Poco a poco, Lauren se da cuenta de que es el ático des casa el que le está creando un sinfín de maridos. Está el que es demasiado guapo (ahí tiene quehacer gato encerrado), el que prepara unos desayunos espectaculares, el que convierte todo enuí doble sentido (“¿Te desatasco las tuberías?”). Y el que puede hacer que se calme con solo tocarla. Pero cuando se puede cambiar de marido tan fácilmente como de bombilla, ¿cómo saber cielo que tienes es lo suficientemente bueno, o el equivocado, o el mejor? ¿Y cuánto tiempo puedes seguir intentando averiguarlo?