Hace tiempo que se anuncia el declive de Occidente, pero ahora los síntomas de esa decadencia nos acosan: un crecimiento mínimo, una deuda asfixiante, una población envejecida, conductas antisociales. ¿Qué le pasa a la civilización occidental? Nuestros gobiernos han roto el pacto intergeneracional al dejar una pesada carga de compromisos económicos a nuestros hijos y nietos. Nuestros mercados cada vez están más distorsionados por regulaciones excesivamente complejas que son la enfermed@d de la que pretenden ser la sanación. El imperio de la ley se ha convertido en el imperio de los abogados. Y la sociedad civil es ahora la sociedad incivil, en la que esperamos que el Estado nos resuelva todos los problemas. La gran degeneración es un poderoso y en ocasiones polémico alegato contra una era de negligencia y pasividad. Mientras el mundo árabe lucha por alcanzar la democracia y China avanza de la liberalización económica a la hegemonía de la ley, europeos y estadounidenses malgastan el legado institucional construido a lo largo de varios siglos. Detener la degeneración de la civilización occidental, advierte Ferguson, requerirá líderes audaces y una reforma radical.