La sacralización de la autenticidad se desparrama por lo que comemos (lo vio), los lugares que visitamos (con historia, con tradición), las prendas que vestimos (la moda de lo vintage) e incluso la vida interior que desearíamos alcanzar... Este libro rastrea el origen de esta obsesión en el siglo XVIII y en la consagración que hace Rousseau de la sinceridad como valor moral supremo, y a partir de ahí recorre el camino que nos lleva al presente. ¿Pero esta pasión por lo auténtico es inocua? ¿Todo lo auténtico es necesariamente bueno por el mero hecho de serlo? ¿Y, por defecto, es nocivo todo lo artificioso?