El 16 de febrero de 2012 se produjo un accidente en el que se vio implicado un autobús escolar que trasladaba a un grupo de niños de excursión. Un hecho trágico. Pero el lugar en el que sucedió añadió a la tragedia una dimensión kafkiana, un insoportable grado de sinrazón. El accidente ocurrió en una carretera de los alrededores de Jerusalén y los niños que viajaban en el autobús eran palestinos. Uno de ellos, de cinco años, se llamaba Milad Salama. Su padre, Abed Salama, es el protagonista de este contundente y conmovedor reportaje. Alertado de lo ocurrido, se dirigió rápidamente al lugar del accidente y empezó a buscar información sobre su hijo. Sin embargo, ser palestino en esa parte del mundo significa estar sometido a los controles del ejército israelí, a trámites y obstáculos burocráticos, al nulo derecho a recibir información precisa y ágil…